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Érase una vez un joven príncipe que conoció a una hermosa joven doncella en un pueblo distante mientras montaba su semental por todo el feudo. Era delgada y bien formada, con cabello largo y piel suave. El príncipe se enamoró locamente de ella rápidamente porque confundió los altos niveles de testosterona con el amor. Ella fingió aplomo y confianza, pero debajo de la bonita superficie había una chica de baja autoestima y, sin que el Príncipe lo supiera, su amada era una chica disfuncional que llevaba en secreto varias maletas con el equipaje familiar.

Antes de que pudieran casarse, la futura princesa comenzó a tener un gran estómago, ya que estaba embarazada. Nadie lo supo hasta que la Princesa tuvo su primer hijo, pero con el paso de los años, su pecado se desvaneció en la memoria de todos. El Príncipe y la Princesa formaban la familia perfecta en el Reino con 2.4 hijos. Tenían una bonita casa, un carruaje superior a la media y la princesa siempre vestía a la última moda francesa. Con el paso de los años, se olvidó de su infancia y de su pobreza.

El resto de la historia . . .

Por desgracia, todas las cosas no eran como parecían. La Princesa solicitó el divorcio un día para gran consternación del Príncipe y de toda la familia real. Muchos se sorprendieron, pero no todos, porque la Princesa había estado contando mentiras piadosas sobre el Príncipe a sus amigos, lavando el cerebro a los sirvientes en las mazmorras del Castillo, y junto con sus amigas comenzó una organización secreta prohibida para las mujeres en ese día. Decididos a elevarse por encima de sus altas posiciones, la princesa liberada y sus amigos decidieron que tenían derecho a más. Nadie en la organización pudo definir “más”, pero todos coincidieron en que tenían derecho a más, y con ese como lema crearon la Organización Nacional para Princesas y Unidades Conyugales, usando las siglas “NOPASS”, pero solo porque nadie en la organización sabía deletrear.

De acuerdo con su nueva filosofía teológica, la Princesa procedió a divorciarse del Príncipe y lo demandó por todo lo que tenía, incluidas todas sus propiedades inmobiliarias, su pasado y su futuro. Además, después de solicitar a la Corte Real todo lo que el Príncipe poseía, la Princesa también solicitó a la Corte el Mantenimiento de la Princesa por la suma de 2.4 cofres de oro que se vencían en su totalidad en o antes de cada luna llena.

Al impacientarse con las ruedas de madera de la justicia de la Corte Real, la Princesa implementó los consejos de su Comité Real de Exhortación y Secretos Culinarios. El consejo era presentar una petición bajo juramento de que el Príncipe había atacado físicamente a la Princesa y buscar su desalojo inmediato del Castillo con una Real Orden de Restricción. Aunque el Príncipe nunca había levantado la mano contra la Princesa, la Corte Real siempre asumió que tal petición era cierta, y el Príncipe fue desalojado prematuramente de su propio Castillo.

El Príncipe buscó la protección de la ley del país, pero su Esquire le dijo que lo mejor que podía esperar era su vida y una pequeña cabaña en el campo. Suponiendo que su abogado fuera un genio, el Príncipe estuvo de acuerdo, y el Real Decreto de Liquidación entregó todos sus bienes inmuebles a la Princesa, excepto una pieza gravada por un préstamo del 140% de KingdomWide Loan Company. La Princesa también se quedó con todo el Castillo muebles y posesiones personales, aunque accedió a dejar que el Príncipe tuviera su ropa interior real y todas las deudas del Reino.

Entre el pago en efectivo y los honorarios de los abogados, el Príncipe no disponía de fondos reales. No podía pagar los pagos de Princess Support porque no le quedaba oro, y un día los RSHS (Royal Social & Health Services) le quitaron la licencia para conducir un carruaje, suspendieron su licencia para herrar caballos y su único burro fue embargado y vendido. en una venta de granero a un pobre por 50 centavos. Los problemas del Príncipe crecieron, porque no tenía fondos para pagar los impuestos sobre la renta reales pasados ​​(los impuestos sobre donaciones se debían a las deudas que la Princesa le había dado), y el Servicio de Impuestos Infernal Real evaluó una multa del 50% por todos los impuestos impagos, y 12 % a acumular en el saldo impago hasta que el Príncipe gane la lotería real o muera, lo que ocurra primero.

El ex príncipe no tenía dinero, ni un lugar donde vivir, y tuvo que conseguir un trabajo limpiando los establos de caballos en el pueblo. Nadie creía que alguna vez había sido un Príncipe feliz. No se veía ni olía como un Príncipe. Sin dinero y sin un caballo, el ex Príncipe no tenía medios para viajar las muchas millas para visitar a sus amados hijos. La Princesa difundió sutilmente la noticia de que el ex Príncipe no era apto, que no se preocupaba por sus hijos y que se negaba a cumplir con sus responsabilidades varoniles para mantener a su familia.

Mientras tanto, la princesa llevó a sus hijos en un largo viaje en el carruaje real dorado a París y lugares lejanos. Comió alimentos exóticos y se rió en medio del entretenimiento de los bufones. Sus hijos la amaban, porque los hacía sentir felices y seguros.

En los meses que siguieron a la ejecución y flagelación real, . . . Me refiero a la separación real y al divorcio, el ex-Príncipe, siendo sensible y en contacto con sus emociones, se puso triste y muy solo. La princesa, que no perdía una oportunidad, rápidamente difundió el rumor de que el ex príncipe había perdido la cabeza y era bipolar. Muchos aduladores en el Reino felicitaron a la Princesa por su sabiduría al divorciarse del Príncipe y tomarlo por todo lo que tenía.

La princesa se convirtió en una terrateniente muy rica a medida que se apreciaban los valores inmobiliarios y heredaba toda la riqueza restante de la familia real. Todos adoraron a la Princesa todos los días de su vida, porque les dejaba tocar el oro y la plata, y porque derramaba dulces palabras y besos sobre ellos.

El recuerdo del ex príncipe se desvaneció y sus hijos crecieron pensando en su padre como un fracaso. No sabían qué fue de él, pero creyeron a su madre, quien les dijo que había muerto en un manicomio.

El ex-príncipe se hizo mayor y más sabio a través de todas sus pruebas. Llegó a comprender que la vida no se trata de cosas, sino de relaciones. Aprendió que la vida no siempre es justa. Con el deseo de ayudar a los demás y dejar un legado, el ex príncipe nunca volvió a mencionar que había sido príncipe, que había jurado el sacerdocio y se convirtió en un firme defensor de la protección de activos y los acuerdos prenupciales. El ex-Príncipe enseñó estas cosas en el Monasterio, y sus seminarios se convirtieron en los temas más populares enseñados en el monasterio en más de 1,100 años.

El fin

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